Foto: j.cerdeira |
El acceso al centro de recepción se hace por una pista muy empinada y en bastante malas condiciones. Abundan los grandes baches y, dadas las frecuentes lluvias, el terreno suele estar embarrado. La entrada no es barata (lo que, lógicamente, es un eufemismo para expresar que es francamente cara) y la desilusión es casi total. Tal vez haya 150 kilómetros de túneles, pero uno se conforma con ver los cien primeros metros y, claro, eso no impresiona a nadie.
Otro de los atractivos anunciados es el de ver como se trabaja la pizarra pero, aunque hay unas cuantos obreros trabajando, la visita es bastante frustrante. Claro que no todo es negativo y a la falta de interés de las propias minas/canteras se contrapone lo ventajoso del punto de vista para observar un paisaje incomparable.
Como ya se adivina de las anteriores palabras, estas explotaciones pizarreras están en franco declive, con una actividad que, tal vez, no llegue ni al cinco por ciento de la de su época dorada. Para sobrevivir necesitan de la ayuda que suponen las visitas turísticas lo que, visto lo visto, tampoco parece que sepan explotar adecuadamente.
Pasado el pueblo, a unos cinco kilómetros, tomamos la carretera comarcal A4085 que sale hacia la derecha y que, a través del Pass of Aberglaslyn, un impresionante paisaje montañoso, nos lleva hacia Bedgelert. ¿La carretera? Por supuesto, estrecha y de montaña... ¡pero qué belleza!
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