lunes, 10 de agosto de 2009

Shrewsbury / km 510

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Shrewsbury es una atractiva ciudad del período Tudor localizada en un meandro del río Severn y rodeada por numerosos bosques. Conserva muchas casas con entramados de madera y otras de suave piedra melada y estilo georgiano que le dan un aspecto nostálgico.

A pesar de estar asentada en la zona de enfrentamientos entre los dominadores normandos y los aguerridos galeses, todavía conserva dos de sus antiguos puentes sobre el río Severn cuyos nombres son significativos: English Bridge y Welsh Bridge.

Shrewsbury es la capital del condado de Shropshire además de ser la capital del primer núcleo industrializado del mundo. Pero, esta industrialización prematura no se refleja en su ambiente que sigue siendo el de una pequeña y tranquila ciudad provinciana. El pasear por sus calles resulta muy agradable, aunque sus edificios tienen en cierto aire de "ya visto".

De sus monumentos, que no son importantes, cabe destacar el Castillo, de piedra arenisca roja, muy restaurado, y la Shrewsbury School en la que fue alumno el hijo predilecto de la ciudad Charles Darwin. En la plaza principal queda, también, una estatua representativa de otro de sus hijos, en este caso Clive of India.

La visita de la ciudad la realizamos de prisa y sin los niños, que se quedaron en el parking de un Safeway (el Pryca de turno) volando su avión. Era ya tarde y aún teníamos que hacer la compra en el hipermercado para llenar la bodega y emprender nuevos caminos con garantías renovadas.

Oscurecía ya cuando dejamos Shrewsbury, pueblo de difícil pronunciación. En el camino hacia Gales aprovechamos para recordar la época de los Normandos en que ésta fue una zona de contínuos enfrentamientos con los indómitos galeses.

Foto: j.cerdeira

A la muerte de Eduardo el Confesor, el poderoso duque de Normandía, Guillermo (más tarde llamado el Conquistador), creyéndose con derecho a la corona de inglesa, desembarcó en las costas de Sussex venciendo a la Sajones en Hastings.

El reinado normando fue decisivo tanto en la formación del idioma inglés como en la implantación de una estructura feudal de posesión de la tierra.

El fuerte poder inicial de los prelados de la iglesia católica condujo a una rebelión de los señores feudales que acabó con el asesinato de Tomás Beckett y, más tarde, con la claudicación del débil rey Juán sin Tierra. Éste se vio obligado a firmar la Carta Magna que, prácticamente, liquidaba el poder real.

Al rey Juán le sucedió Enrique III cuyo hecho más destacable fue el reconocimiento de Gales como un principado independiente, al frente del cual figuraba el príncipe Llewellyn. Sin embargo, su sucesor Eduardo I no participaba de las mismas ideas y comenzó una guerra de conquista que terminó con la muerte de Llewellyn en el año 1282 y la incorporación de Gales a la corona inglesa.

Fue Eduardo III quién, creyéndose con derecho a la sucesión francesa, inició una guerra cuyo final no se verá hasta 120 años más tarde: es la guerra de los cien años.

Ante la difícil situación creada por la guerra, y a la que no supo hacer frente su sucesor Ricardo II, Enrique, duque de Lancaster, se hace con el poder eliminando a su predecesor.

La dinastía Lancaster, entre numerosos horrores (uno de cuyos escenarios predilectos fue la Torre de Londres) y la pérdida de las posesiones francesas, durará menos de siglo y medio. El final llega con la guerra de la dos rosas en la que se enfrentan la rosa roja de los Lancaster y la rosa blanca de la casa de York. La guerra acaba con Enrique VII en el poder y con la instauración de la dinastía Tudor.

Finalizamos aquí la visita de la parte surocidental de Gran Bretaña, de lo que se llama a veces, el corazón de Inglaterra. Nuestro próximo destino es una tierra a cuyos habitantes los ingleses no dudaron en llamar extranjeros, y cuyas montañas suaves y brumosas, con valles fértiles y leyendas milenarias, la hacen especialmente atractiva.

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