lunes, 10 de agosto de 2009

Bath / km 147

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Bath es una ciudad balneario, de 85.000 habitantes, en el condado de Avon. Elegante y señorial, fue fundada por los romanos al borde de unos manantiales con aguas calientes ricas en sulfatos y fuertemente radioactivas y a las que dieron el nombre de Aquae Sulis. Los sajones la llamaron Aet Bathum. Su aspecto actual se debe a la obra de los grandes arquitectos neoclásicos Wood el viejo y Wood el joven, que la embellecieron con numerosas obras a lo largo de siglo XVIII. Deben visitarse:

Las termas (Roman Baths) que son el más importante complejo monumental romano de toda Gran Bretaña. Al lado de las tres piscinas clásicas romanas (caldarium, tepidarium y frigidarium) con sus habitaciones complementarias de vestuarios y demás servicios, se conserva un pequeño museo de objetos romanos entre los cuales destacan una colección de maldiciones que unos ciudadanos dedicaban a otros y que resultan especialmente instructivas de lo poco que hemos cambiado desde entonces. Estas maldiciones se grababan en una pequeña placa de bronce que luego, al igual que se hace ahora con las monedas, se tiraban a los estanques. En traducción libre, alguna de las maldiciones podría ser como sigue:

" ...¡ojalá que al **** **** que me cogió ayer las sandalias del vestuario se le caiga la casa encima matando a él y a toda su **** familia!".

El Pultney Bridge es un puente de tres arcadas sobre el río Avon con casas y comercios encima, al estilo de la ponte vechia florentina.

El Crescent es un segmento de elipse de unos 200 metros, cuya fachada está constituida por edificios de dos pisos separados por cien gigantescas columnas jónicas que miran a una amplia pradera y que, por supuesto, es obra de un Wood, en este caso el joven. Similar en su edificios es el Circus aunque, lógicamente, aquí la forma es circular.

La circulación por Bath es difícil, aunque los aparcamientos periféricos son adecuados. Nosotros tuvimos la suerte de encontrar un hueco justo al lado del puente Pultney, en la Laura Place y, dado que era domingo, ni siquiera funcionaba lo del pay and display.

De nuestra visita a Bath, tal vez el momento cumbre fuera el del té de las cinco en la famosa Pump Room. Ver a los caballeros ingleses, algunos de no más de treinta años, erguidos, dando su brazo a una dama, moviéndose con movimientos pausados, lentos, con su sombrero en la mano, su chaleco, sus tirantes, sus amplios pantalones y sus zapatos de siete leguas ya no resulta fácil. Sería innecesario decir que, a las cinco en punto hora de Greenwich, mientras unos sirvientes cerraban las puertas del local impidiendo la entrada a posibles nuevos clientes que, por otra parte, tampoco se acercaron, otros iniciaban el recorrido de las mesas ofreciendo pastas...

Como hemos visto, Bath fue una de las más importante ciudades de la época romana. Y es que, aunque las islas británicas no eran estratégicamente importantes para Roma, su riqueza en cereales, oro, acero y estaño fueron suficientes para alimentar las ansias de conquista.

Así, en el año 55 aC., Julio César, después de una previa invasión de tanteo, venció a las tribus locales unidas bajo el mando del rey Casivelauno para, a continuación, y después de imponerles un tributo, retirarse a la Galia.

La conquista definitiva comenzó en el verano del año 43 dC. por orden del emperador Claudio y, prácticamente, hacia el año 70 dC. había concluido con excepción de las zonas Norte (Escocia/Caledonia) y Occidental (Gales) de la Isla.

Como era su costumbre, los romanos fundaron numerosas ciudades y las entrelazaron con una, para la época, tupida red de vías de comunicación, muchas de las cuales servirían de base para las carreteras actuales. Ellos introdujeron el cristianismo a partir del año 313 dC. y después de una romanización intensa, aunque menor que en los países mediterráneos, se retiraron hacia el 411 dC.

De su paso por la Isla quedan numerosos recuerdos entre los cuales destaca la muralla mandada construir por el emperador Adriano para contener a los belicosos pictos, precursores de los actuales escoceses y que hoy, vagamente, separa Escocia de Inglaterra, además de las numerosas ciudades que, como Bath, Exeter, Chester y la propia Londinum, fueron fundadas por ellos.

Ya antes de la caída del mando romano, grupos de mercenarios germánicos comenzaron a apoderarse de las costas orientales, si bien, estos sajones, nunca llegaron a disponer de una auténtica estructura organizativa. Más tarde, llegan los vikingos que tampoco alcanzan una verdadera organización en la isla aunque, en el continente, fundan el reino de Normandía llamado a tener una importancia decisiva en la futura historia británica.

Son ahora las seis de la tarde cuando emprendemos viaje hacia los Cotswolds. Tomamos la A4 con dirección a Chippenham que, de momento, no tiene mucho tráfico por lo que la conducción es cómoda. Conecto, pues, la pequeña grabadora de campaña y...

- Pablo, ¿qué fue lo que más te ha gustado hasta ahora?
- Hombre, no sé. El té de las cinco -dice riéndose- No, en serio, yo creo que lo más interesante... el museo del Día-D.
- Pero eso es un documental, no un museo.
- Ya, pero, y el tapiz ¿qué?
- Remiendos cosidos... -tercia Fernando.
- Y de Salisbury, ¿no os gustó?
- No - dice Pablo.
- Bueno, sí; el reloj de la catedral -apunta Fernando.
- ...Pero si son cuatros discos con dientes y una cuerda colgando.
- Ya. Pero yo no sabía cómo funcionaba un reloj.
- Yo creo que lo más interesante hasta ahora -y es Mariló quien opina- ha sido Stonehenge. Aunque a mi Bath me gustó mucho y es una ciudad muy armoniosa y agradable para pasear.
- Armoniosa desde luego porque es toda del mismo siglo...

Tomamos, ahora, un desvío hacia la izquierda y nos metemos en una carretera comarcal de no más de cinco metros de ancha. Continuos sube-baja, curva derecha-izquierda... y todo entre una vegetación que invade la carretera. Vamos como a veinte, y cada vez que alguien viene de frente contenemos la respiración hasta ver si pasa o nos dejamos los espejos. La conversación se entrecorta, hasta que finalmente se muere. Pero la carretera sigue... aunque, tal vez, peor.

- No deberíamos haber venido por aquí -comenta Mariló.
- ¿Y por dónde querías haber ido?
- No sé, pero esto es imposible.

Y no se vuelve a hablar más. Yo creo que Mariló iba rezando... o, en todo caso, asustada. Yo tampoco iba mejor pero intentaba no demostrarlo. ¿Y los niños? Bueno... peleándose. Sin embargo, los que venían de frente no parecían muy preocupados por las estrecheces y pasaban como rayos, al menos eso parecía. Y, a todo esto, cruzándose por el lado que no era...

Mas todo pasa y, al fin... el letrero que indica Castle Combe. Respiramos.

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