lunes, 10 de agosto de 2009

The Pride of Bilbao

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Ahora, a las diez de la mañana, estamos sentados en una de las salas de la cubierta siete. Las olas laterales hacen que el Pride of Bilbao se columpie vivamente. La brisa atlántica refresca hasta tal punto que casi hace frío, al menos hace fresco. Mariló tiene los brazos cruzados sobre el pecho... pronto reclamará algo de abrigo. Los niños están descubriendo el barco.

- ¿Podemos subir a la otra cubierta? -pregunta Fernando.
- ¿Puedo comprarme una Coca Cola? -pregunta Pablo.
- ¿Podemos ir a la piscina?
- ¿Podemos ir a la sala de maquinitas?

Bajamos al camarote 5719. Después de coger bañadores y toallas, los niños se fueron a la piscina. Mariló y yo nos volvimos a cubierta. Nos sentamos y empezamos a hablar de las comidas:

- ¡Madre mía, como en Inglaterra no se coma mejor que aquí en el barco...!

El asunto era preocupante. Una gran patata con la piel a la que se le podían añadir frijoles o mantequilla. Y luego pasteles, muchos pasteles. La cena la habíamos superado con esos medios sándwiches triangulares que vienen en sus correspondientes cajitas de plástico y que se venden en partidos de fútbol y eventos similares. Dentro solo un poco de lechuga y algo de jamón-York: era modelo único.

- ¿Y los niños?
- Supongo que bien. ¿Quieres que bajemos?

La piscina, situada en una de las plantas más bajas, era más bien pequeña. Había, también una mini piscina para los más pequeños y un jacuzzi. Lógicamente los niños estaban disfrutando de lo lindo... especialmente pensando en que todo aquello ocurría en un barco. Los mirábamos con ojos de padres...
Sí, son nuestros hijos. El uno todo lo ve en plural; el otro todo en singular. Los dos son maravillosos... ¡pero son tan distintos...!

Pablo es el mayor y con catorce años es ya un niño adulto. Es un poco distraído. De pequeño se nos dormía en todas partes: en el Corte Inglés mientras comprabas una corbata o en plena calle mientras comprabas el pan. A los cuatro años conocía todas las marcas de coches. Venía una vez en un taxi con su madre desde la guardería y se entretenía en recitar la marca de todos los coches que pasaban. El taxista estaba un poco mosca.

- ¡Oiga! ¿Cuantos años tiene? -preguntó sorprendido.
- Cuatro -contestó su madre.
- ¿Y ya sabe leer? -dijo aún más extrañado.
- ¡Qué va! Si lo dice por las marcas de los coches... es que se conoce los logotipos.
- ¡Jo...! ¿Su padre será ingeniero, no?

Ahora Pablo se dedica a leer: en el último año leyó sesenta y dos libros o, lo que es lo mismo, 17.500 páginas. ¿Hay quién dé más? Cuando sea mayor tal vez será ingeniero o, quien sabe, hasta puede que sea médico y contribuya a mejorar la vida de los diabéticos, su propia vida...

Fernando es más sociable, más comunicativo, más imaginativo. Tiene diez años y por algo es el más pequeño. Siempre me acuerdo de esta anécdota, increíble pero cierta, de cuando tenía cuatro años:

Eran las tres de la tarde de uno de esos días de Julio en que el Sol quema en la espalda. Acababa de recogerlo en la guardería y volvíamos andando hacia casa. De pronto, entre sudores, miró al cielo, al sol, y me dijo:

- Papá, ahora en Galicia es de noche.
- ¿Por qué, hijo?
- ¡Hombre... -y, orgulloso de su deducción, continuó- hay un solo Sol... y está aquí...!

Fernando es, también, más activo, más deportista. Cuando le limitas el número de niños a los que puede invitar a su cumpleaños, siempre se pasa:

- A éstos tengo que invitarlos porque son mis amigos, a éstos tengo que invitarlos porque me invitaron al suyo...
- ¿y a éstos?
- Bueno... es que... ¡a éstos no los invita nadie!

Quisiera decir muchas más cosas de mis hijos pero, claro, resultaría pesado. De todos modos ya los iréis conociendo mejor.

No, por supuesto que no me olvido. Mariló está aquí, a mi lado, sentada, mirando absorta hacia la piscina. La tensión del viaje le cansará más que a todos nosotros, es la que sufre por todos, la que se preocupa. Es, también, la más trabajadora de todos y, si no fuera porque a lo mejor se entera, podría decir que sufre un poco la desgracia de tener tres hombres en casa en una época en que el machismo no está superado más que conceptualmente. Pero, por supuesto, esta vez, una vez más, todos hemos prometido que no habrá escaqueos. Será así porque, de lo contrario, ¿quién iba a escribir las notas históricas que ella ha prometido escribir?

Es ya la hora de comer. Antes de dirigirnos al restaurante, echamos una mirada por la borda...pero no, aun no se divisa tierra. Unos pasteles de carne, una ensalada... es todo. La comida no es buena, pero tampoco cara: veintiséis libras. Desde el comedor, seguimos oteando el horizonte. De pronto, un ligero alboroto anuncia que Inglaterra está a la vista... Pero son sólo las dos y media de la tarde y la llegada no está prevista hasta después de las seis, así que aún falta.

Los niños se levantan.

- ¿Podemos irnos?
- ¿A dónde?
- A jugar al ping-pong. Tenemos reserva para las dos y media...
- Bueno. Pero no os vayáis de allí.
- Vale. Bueno, si no estamos allí nos buscáis el la sala de "game-boys" que está al lado - y desaparecieron.

Mariló y yo seguimos en silencio. Debajo de nosotros, en la bodega, viaja nuestra segunda casa a la que, por abreviar, llamaremos AC. Sí, es una autocaravana, con posibilidad para seis plazas, aunque para ello es necesario convertir en cama la mesa de comer. Ciertamente, con sus 610 cm. de largo, sus 230 cm. de ancho y sus 300 cm. de alto no es precisamente un utilitario pero, sin duda, es más práctica.

- ¡A ver qué tal lo de conducir por la izquierda...!
- Supongo que será el primer día...
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Poco a poco nos acercamos a Portmouth. El ferry ha girado hacia la izquierda y ya tenemos costa inglesa a los dos costados. Seguimos avanzando hacia la boca del gran estuario en cuyo fondo está Southampton. Podemos ver la isla de Wight mientras que, al otro lado, ya se divisan los primeros muelles de ferrys que van a acogernos.

- ¿Todo irá bien?
- Todo irá bien.
- ¿Cómo se comportará nuestra minicasa?
- Bien. Seguro.

Juntos, nosotros y ella, esperamos recorrer y descubrir, durante un mes, una parte de la Gran Bretaña. ¿Nos acompañas?
The Pride of Bilbao

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