lunes, 10 de agosto de 2009

Ayer tuve un sueño

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La una. El trasbordador de Deusto inicia su viaje. El calor del sol de mediodía es mitigado por una leve brisa marina que resulta agradable. Dentro de la AC, sin embargo, el calor es húmedo y asfixiante.

- Tres más y ya nos toca -comenta Pablo.
- ¿Podemos bajarnos? -dice Fernando.

Vamos avanzando esos metros que nos cede cada uno de los vehículos que penetra en la amplia barriga del Ferry. El nerviosismo aumenta: ¿cabremos? ¡Ya nos toca!

- ¿Cuanto miden? -pregunta un mozo.
- Dos noventa -contesto preocupado mientras sigo avanzando lentamente.
- ¡Déle...! ¡Déle...! -Me dicen desde un lado.
- ¡Para! ¡Para! -Chilla Mariló.
- ¡Oiga..., esto mide más de tres metros! ¡No podrá entrar!

Me limpio el sudor con un brazo. ¿Qué hago? Creí que cabríamos... Cierto que la AC es un poco más alta pero... ¡las ruedas están en el suelo!

- ¿Seguro que no tiene más altura? -grita alguien a quien no veo.
- ¡Déle pa tras -grita otro experto al mismo tiempo.
- ¡No. Dos noventa, dos noventa... y mire Vd. las ruedas! -afirmo yo, no muy convencido, mientras intento retroceder un poco para repetir el intento por una zona más a la izquierda.
- ¡Espere! -dice uno.
- ¡Quítele un poco más de aire a las ruedas! -ordena otro.
- ¡No... si ya te lo decía yo! -apostilla Mariló.

Debía ser mentira. Lo de la brisa, quiero decir. Tampoco fuera podía correr brisa alguna. Desde luego, aquí no.

- ¿Qué pasa? -grita uno que parece ser más jefe.
- Este... ¡qué no cabe! -le contestan.

Era el tercer intento. Instintivamente encogíamos las cabezas...

- ¡Déle...! ¡Déle...!

Un cierto alivio... Un poco más y habremos entrado...

- ¡Más...! ¡Más...! ¡Déle más...!

Me desperté. Tenía la cabeza embotada. El barco se movía bastante. Estaba muy oscuro y eso que una pequeña luz de emergencia permanecía encendida. Mariló dormía en la litera de al lado, los niños en las superiores. ¡Qué horrible pesadilla...!

Me di la vuelta y me dormí nuevamente...

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