lunes, 10 de agosto de 2009

Portsmouth / km 0

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Es esta una de esas ciudades provincianas inglesas en las que se aprecia muy bien su ambiente tradicional y refinado. Su población, que alcanza los 175.000 habitantes, parece incongruente con su tranquila forma de vivir.

Portsmouth debe su importancia a ser el puerto de bandera de la armada británica y eso desde una fecha tan temprana como el siglo XVI (en 1495 se había construido aquí el primer dique seco del mundo). Esta y la de Plymouth eran las bases de piratas como Drake o Raleigh y desde aquí partió Nelson al frente de su H.M.S.Victory para la batalla de Trafalgar, victoria que ganó a costa de su propia vida.

Durante la batalla de Inglaterra (segunda guerra mundial) la ciudad fue prácticamente destruida, pero le queda el honor de haber sido el punto de concentración de las tropas que participaron en el famoso desembarco del día "D". Hoy, un museo conserva recuerdos de aquellas fechas trágicas, entre los cuales destaca el enorme tapiz bordado de noventa metros de largo y que lleva el nombre de aquel gran "operativo" Overlord Embroidery.

Como consecuencia de su destrucción durante la última gran guerra, la ciudad no guarda monumentos dignos de consideración. No por ello está falta de interés dado que aquí se conservan tres de los buques históricos más famosos de la armada británica:

El H.M.S Victory, barco en el que Nelson encontró la muerte en Trafalgar, es hoy el barco-bandera de la comandancia de marina.

El Mary Rose es un barco de la época de Enrique VIII hundido cuando se preparaba para repeler un ataque francés. El barco fue rescatado del fondo del mar en 1960 y su mal estado permite ver todo su esqueleto.

El H.M.S. Warrior fue en tiempos de la reina Victoria el orgullo de la armada británica. Fue el primer barco inglés de casco metálico y, por supuesto, el más rápido.


Portsmouth tiene una gran explanada, el common, con su césped verde y bellas vistas hacia la isla de Wight, cubriendo el espacio que va desde el Sea Life y el D-Day Museum hasta la ciudad. El día que nosotros llegamos, el viernes 19 de Agosto, se celebraba allí un gigantesco macro-concierto de rock, organizado por cervezas Heinneken, y digno de épocas pasadas. El ambiente era festivo aunque las borracheras generalizadas. A pesar de todo fuimos capaces de aparcar en la zona (pay and display).

- ¿Y por qué hay aquí tantos barcos de guerra? -pregunta Fernando.
- Porque desde aquí se organizó el desembarco de Normandía... ¿no lo viste en el D-Day museum? -contesta Pablo.
- Ya. Pero... ¿A que no sabes tu porqué se eligió Portmouth para cuartel general de ese "día-D"? -pregunto yo.
- ¿Por qué?
- Porque desde la época de Enrique VIII, ésta ha sido la base de la armada inglesa. ¿Te acuerdas de Drake?
- ¿El pirata? -pregunta, a su vez Pablo.
- ¿Ah, el de la estatua? -pregunta ahora Fernando.
- El mismo...

Estaba un día el señor Drake jugando a los bolos -por supuesto, aquí no le llamaban el pirata Drake si no Sir Francis Drake- cuando a mitad de la partida alguien le dijo:

- Señor, una gran armada se acerca hacia nosotros. Vedla vos mismo.

Drake levantó la mirada hacia el Sur, hacia el mar. Era un viejo lobo, un viejo sea-dog como dicen por aquí, y no tardó en reconocer los pendones españoles.

- ¡Qué continúe la partida!

Probablemente hacía viento, mucho viento. Probablemente Drake vio las dificultades de navegar en tales condiciones por aquel mar que conocía como nadie. Probablemente pensó que era mejor esperar hasta que el vendaval le hiciera parte de su trabajo. Así que continuó su partida hasta que, según cuenta la historia inglesa, se puso al frente de sus pequeños, pero ágiles navíos para dar a Inglaterra una de las victorias más grandes que los tiempos recuerdan y, de paso, deshacerse para siempre del poderío naval español.

- Pero quien destruyó la armada española fue la tormenta, ¿no? -pregunta Pablo.
- Claro, claro. Al menos eso era lo que decía Felipe II.
- ¿ Y quién tiene razón?
- Hombre, no sé, pero supongo que habrá habido algo de todo.
- ¿ Cómo de todo? -pregunta Fernando que no se entera de nada.
- ¿ Y por qué le llamaron Invencible? -pregunta, al mismo tiempo, Pablo.
- Bueno, lo de Invencible debe ser fruto de la fina ironía inglesa.
- ¿Cómo ironía? -vuelve a preguntar Fernando.
- Cachondeo, hombre, cachondeo por habernos ganado -explica Pablo con lenguaje convincente.

- ¿ Y sabéis quién había enviado la Armada Invencible?
- Sí. Felipe II -contesta Pablo.
- ¿ Pero, a qué no sabes contra quién? A ver..., ¿quién era Isabel I de Inglaterra...?

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